Jordi Lahispaniola


Asistente de artistas... ahorita mismo descansando


Elías Deià II

      A menudo el amor se vale de utopías: Elías aprovecha para levantar poemas, plantar jardines flotantes o lanzarse al mar con cadenas.
                La palabra le engaña en el papel, su amor, como la ría, la lluvia, el semen o el llanto, es papel mojado.
                El amor se le escapa un poco a su aire,  como   –según la leyenda– las estatuas de Dédalo huían nocturnamente si no se las ataba, los cisnes de Dalí escapaban por la playa o ciertos heterónimos le desaparecían a Pessoa.
                El amor inventa muchas vidas y no todas acaban en ceniza. A Elías se le chamuscan los papeles, se le ahogan o se le hacen trizas y, aún afectado, siembra jardines, levanta cadenas y sube a las estrellas.

Ociosos bilbaínos


               










              Pocas chicas iban a casa de Gorka. Sólo la Maider —especie de asistenta de bohemios— que tenía la manía de lavarlo, afeitarle y cortarle el pelo, a cambio de sus poemas alquímicos, como aquel que decía: romped los libros y los violines no sea que vayan a romper o quebrar vuestra alma.
                Por las tardes bajaba a la calle con su perro y tocaba la flauta en la plaza de Unamuno sin acertar del todo con la melodía, tomaba palabras sueltas en un cuaderno y se liaba un canuto. Lo que más le apetecía era escribir una poema o una canción y escribirla así, a ojo de buen cubero, jugando a la chapuza con la poesía, la música o con la vida. El domingo se resumía en salir a por hachís, pasear toda la ría hasta Bilbao La Vieja y fumarse un canuto por el muelle de Martzana, frente al antiguo mercado.
  

Ociosas de Pontevedra

               
               En Deán  —unida a Caramiñal—  cada tercer domingo de septiembre sale la procesión del Nazareno, con los ataúdes de los que prometieron desfilar vistiendo la mortaja si lograban salvar la vida en un trance difícil. Lola y Sonia portan un féretro color violeta en recuerdo de la noche que se prometieron matrimonio, armaron su compañía de teatro itinerante y se fueron a rolar por los pueblos con su compañía lésbica.

               — Te digo que deberíamos montar una escena como la que hoy hacemos con nuestra caja de muerto.
                  ¿Cómo va ser?... esto sólo funciona aquí que son muy macabros.
                — El teatro es el espacio de lo único, lo singular e irrepetible. Lo que se muestra en escena no vuelve a suceder jamás de la misma manera. Hay que meter la metafísica en los espíritus por la piel. Por ejemplo si yo me levanto, salgo del ataúd y te chupo las tetas en medio del escenario, todo cambia en el público de repente. La muerte y la vida se confunden y hasta se acuestan juntas.