Jordi Lahispaniola


Asistente de artistas... ahorita mismo descansando


Elías Deià

 

          El poeta, si algo tiene claro, es su disponibilidad: no entregarse del todo a nada, levantarse a la hora del ángelus, desayunar tabaco y bajar a la calle a la hora que abren los teatros o los billares.  
             Llega un momento que uno no tiene más vida que la que escribe a vuelapluma o de carambola. El resto: el ático de la ciudad vieja, tan húmedo y profundo, la camisa de cuello italiano, los zapatos de piqué o el chaleco verde, tan caro y tan mal tratado, no vale la mitad de un poemario o la mitad del tercer desahucio.
         
   Elías, con su traje claro y gentil lleno de mierda, recoge su única maleta. Las miradas de lejía del casero y la policía tienen la ironía roma, de un humor duro, como de palo.
            — Tiempísimo que me quería ir de aquí. El edificio se ha llenado de lagartijas, de artistas, de camellos raros, de busca vidas, de gente nueva y sucia, de intelectuales.
            — ¡Vaya con el arrendatario!, ¿será usted de los intelectuales sin saber quién es ni su padre?
            — Claro que lo se. Yo soy hijo de Paco Umbral, nieto de Valle-Inclán y bisnieto de Larra.